el gobierno de los gritos 

El viernes volví al garito. Al entrar, el mismo olor a culo sucio y en la barra la espuma de la cerveza desaparecía igual de rápido.
Un xaval cualquiera me tomó del brazo y me empujó hasta una cabina. Nos besamos y se la chupé. Casi se corre en mi boca. Le besé como para sacarme el gusto a su polla y entonces me acarició la mía. 
No se me habia parado. 
Ni siquiera fisiológicamente.  
Le dije "demasiado borracho para follar" antes de salir de la cabina. 
Y entonces, 
subí las escaleras con brío, entre ofuscado y travesti radical. 
Me puse el abrigo y salí del garito impetuoso. 
Como si eso fuera todo, como si bastara.

Mi poder gobierna pusilánime la temporalidad asesina de las calles.
Mis tímpanos son invadidos, 
mis oídos pisoteados.
El gobierno es de los gritos.

La tripas resuenan despreciadas en cada violencia. 
Los tierras vecinas mudas, 
la hipocresia disimula 
y la falsedad me gana.
El reino se ahoga, y sin aire, 
el gobierno es de los gritos.